Patricio Crespo, presidente de la Federación de Juntas de Vigilancia de la Sexta Región, dio la bienvenida al encuentro “Perspectivas hidro climáticas 2024”, con agricultores, empresarios, administradores y usuarios de organizaciones de aguas, destacando la relevancia que tienen “estas conversaciones que son centrales para palpar los cambios del clima, porque tenemos grandes desafíos y grandes oportunidades por delante”.
Fernando Santibáñez, que es una referencia en la bioclimatología aplicada a la agricultura chilena, detalló una larga lista de las “nuevas conductas del clima que traen grandes peligros para la agricultura, pero también grandes oportunidades”.
Comprender “la nueva conducta”
El científico usó la expresión “la nueva conducta del tiempo”, para nombrar lo que antes llamábamos cambio climático. Todos los datos van en la misma dirección.
Los cambios ya son palpables y continuarán acelerándose en las próximas décadas. La temperatura global ha subido +1.2°C, y no dejará de subir por lo menos hasta alrededor de 2050.
Cada año supera el récord del anterior, afectando a humanos y al resto de los seres vivos, generando plagas más resistentes o agresivas para los cultivos.
La línea de nieves también sube continuamente, está 200 metros más alta que hace 80 años y remontará la cordillera unos 300 a 500 metros durante este siglo, concentrando la estacionalidad y disminuyendo la escorrentía en la estación seca, un aspecto que influye directamente sobre la agricultura regional.
Plagas más agresivas
Los agricultores están conscientes de que necesitan “redoblar los esfuerzos para evitar la precarización”, uno de los riesgos que advierte el científico: “los eventos climáticos van a ser más extremos, con más lluvias, pero con el agua escaseando en todo el globo y con insectos y plagas más agresivos”.
El tiempo tendrá cambios más repentinos, difíciles de pronosticar, como sucedió con el temporal de viento que derribó miles de árboles en pocas horas y cortó las redes eléctricas en el último invierno.
Un desafío inmediato a considerar para los agricultores es que el clima será menos favorable para las plantas cultivadas.
La ventaja chilena
También hay buenas noticias. Uno de los beneficios es que el sur de América seguirá siendo una de las zonas más estables del mundo. A pesar de la incertidumbre sobre los cambios del calentamiento terrestre de los últimos 50 años, los datos del profesor Santibañez muestran al sur americano como una de las zonas más ‘estables ‘del planeta.
Chile está ubicado en el rincón más protegido del calentamiento global, un dato que ofrece buenas oportunidades para la agro industria nacional.
El desafío del agua
En la región de O´Higgins, Santibáñez pronostica que no tendremos grandes eventos extremos como en otros lados del planeta, “salvo la escasez de agua”, que necesitará de innovación. La tecnología va a tener que dar la pelea al estrés”.
Los regantes entienden que deben adaptarse a este nuevo comportamiento del clima, y encontrar soluciones tecnológicas a la escasez de agua, su gran desafío. “Cuando solucionemos el problema del agua, los productores chilenos pueden aprovechar oportunidades de mercados en un comercio mundial de alimentos muy estresado por los problemas climáticos en otras latitudes”, explica el climatólogo.
Cortoplacismo
Durante la charla, los regantes lamentaron la falta de planificación a largo plazo. Y “la salida del proyecto de carretera hídrica del escenario”, porque con la nueva situación del tiempo, “todas las ideas y proyectos son viables y deberían estar encima de la mesa”, dijo Patricio Crespo.
El presidente de la organización, reprocha la falta de políticas públicas pensadas para los próximos 40 años: “aquí todo se proyecta a 4 años, necesitamos pensar a largo plazo y dejar de mirar solo al vecino”, reflexionó Crespo.
Luis Jorquera, ingeniero y consultor, también reflexionó sobre la falta de políticas públicas de largo plazo, y recordó uno de los temas que más duele a los agricultores: “es urgente recuperar el agua que se vierte en el mar y que ahora vemos pasar rauda hacia abajo. Y con pena”.
Esas aguas son “una cantidad estimada entre 4 mil y 5 mil millones de metros cúbicos que podríamos aprovechar con una agricultura mejor tecnificada”, expuso Santibáñez.