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Megasequía: La “nueva normalidad” en la que vivirá Chile

28 January 2021

Megasequía: La “nueva normalidad” en la que vivirá Chile

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La sequía no es extraña en nuestra historia. En 1743, este fenómeno se hizo sentir con crudeza en la zona central, motivando una de las primeras grandes obras hidráulicas del país, el Canal San Carlos.

Lo mismo pasó en la cuenca del río Petorca, que durante la década de 1960 sufrió una de las peores sequías de las que hay registro en el país, la que provocó que se cambiara completamente la actividad económica de la zona. La ganadería sucumbió ante la inviabilidad de las condiciones para la subsistencia de los animales.

Hoy, la escasez de agua sigue irrumpiendo en la geografía nacional, acelerando sus efectos a raíz del cambio climático. La zona central vive una de las sequías más extensas desde que hay registros en el país, por lo que ya ha sido categorizada como “megasequía”.

Según la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), el último invierno lluvioso registrado data de 2006, y desde 2012 a la actualidad, la mayor parte del territorio ha presentado escasez pluvial.

Durante los últimos diez años, la zona central ha mostrado carencias sostenidas en las precipitaciones, registrándose en 2019, un déficit de 76% de lo que se considera un año normal. En diciembre de 2019, 79 comunas están bajo la categoría de “zona de escasez hídrica” según la Dirección General de Aguas (DGA).

Son algunos de los datos que consigna el estudio Megasequía: Diagnóstico, impactos y propuestas, realizado por el Centro de Estudios Públicos (CEP).

La investigación advierte que estas sequías se convertirán en una “nueva normalidad climática” en el país. La DGA publicó este año el Balance Hídrico Nacional, proyectando que para el periodo 2030-2060, la disponibilidad del agua en el norte y centro de Chile podría disminuir más de un 50%.

Si esta situación se mantiene, para 2040 se proyecta que Chile será uno de los 30 países con mayor estrés hídrico del mundo, dice Juan José Crocco, ex subdirector de la Dirección General de Aguas y autor principal del estudio.

“La sequía es multifactorial. Estamos en una tendencia a secarnos. Más que lamentarnos o rezar para que llueva, debemos empezar a pensar en cómo rescatamos la experiencia de lo bueno que se ha logrado hacer y aprendamos de lo malo que se ha hecho y nos preparamos para las sequías que vienen”, señala Crocco.

El experto explica que la sequía tiene distintas categorías, que actúan como un “efecto dominó” y se van sumando, como la falta de lluvias afecta al caudal de los ríos, disminuyendo la recarga y perjudica a distintas actividades dependientes del vital elemento.

El informe expone que debido la geografía del país, caracterizada por bordes costeros a baja altura, áreas áridas, semiáridas, boscosas, espacios propensos a la desertificación y zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica, Chile está considerado como altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, viéndose aun más afectado debido a que las actividades económicas y sociales realizadas en el territorio dependen de la disponibilidad hídrica, obtenida principalmente por las precipitaciones.

Crocco explica que, a pesar de las condiciones adversas geográficas, esto no vuelve imposible la posibilidad de producir en dicho lugar. “El que exista un lugar seco no es necesariamente malo. La realidad hídrica nacional es súper diversa. En el norte tienen lugares que son extremadamente secos y a pesar de eso, es posible hacer vida y desarrollar distintas actividades económicas, y no solo eso, la variada geografía del país es el laboratorio perfecto para la generación de soluciones innovadoras ante los desafíos climáticos”.

Una sequía dispar

Pero la escasez hídrica también tiene una arista de desigualdad, alude el documento del CEP. Esto, debido a que la posibilidad de enfrentarla dependerá netamente de la capacidad económica de las personas que trabajan en determinado sector económico.

En la agricultura, por ejemplo, sólo los individuos que tengan el presupuesto suficiente para tecnificar sus sistemas de riego, profundizar sus pozos, o innovar en nuevas soluciones para gestionar de forma eficaz su consumo de agua, podrán soportar esta “nueva normalidad”, mientras que los otros, se verán abatidos por la crudeza climática y perderán su única fuente de ingresos.

Las consecuencias sociales también afloran ante la sequía. Parte de los impactos se han visto durante la pandemia, donde se ha constatado cómo se han necesitado decretos para asegurar un abastecimiento mínimo para comunidades que no contaban con un acceso al agua, elemento esencial para la subsistencia humana.

Escrito por: La Tercera